viernes, 29 de abril de 2016

Diario de una Dama Austeniana

Hola, ¿cómo les ha ido? Confío en que bien. Hace bastante ansiaba continuar con la historia de Catalina, así que hice un tiempo y adecuando el relato a una forma aceptable dejo un día más en la vida de esta chica que de pronto fue transportada a vivir en otro tiempo.

Saludos y que tengan un buen "¿Qué es eso?" como diría Violet, de Downton Abbey; un buen fin de semana. 



                02 de agosto

La inestabilidad de ayer pasó. Junto con los recuerdos, la dejé atrás. Sentarme a esperar es una costumbre que nunca he tenido y no existe razón, tiempo o lugar que me excuse para iniciar ahora. Y si debo reconocer la incertidumbre de mis días, antes del desayuno decidí tomar yo las riendas y me aventuré a dar un paseo sin avisar a nadie.

En un principio, la lentitud con que suele avanzar el tiempo en este lugar me sosegó; tomando el camino por uno de los costados de la casa me conduje con paso lento por una arboleda, dejando que el rocío de la mañana me cubriera con su frescura al tiempo que me permitía disfrutar de la mezcla entregada cuando logra fundirse con el resto de la naturaleza: el olor de la tierra húmeda y la hierba, flores a punto de abrir y los tímidos movimientos con los cuales el mundo comenzaba, nuevamente, a conectarse. En definitiva un conjunto no desconocido, pero sí poco apreciado, por lo menos de mi parte. Disfrutando cada detalle, sin conciencia de las distancias, conseguí alejarme a tal punto que perdí de vista la casa de mi supuesta tía. Más tarde, sin tener idea en cómo regresar, descubrí la capacidad que posee el mundo para volver más y más grande la desesperación de cualquier humano que se piensa perdido. En la ciudad, el problema se hubiera resuelto preguntando, incluso, a una persona con escasa tendencia a la comunicación que, después de varios segundos, buscando en su memoria y quitando la desconfianza que prima en estos días, mostrara la amabilidad de señalar algún camino por el cual conducirme. Por fortuna, casi al instante en que me daba por vencida, apareció un hombre lo bastante confiable a quien preguntar por el camino de regreso. Parecía sorprendido de encontrarme allí, no sé si fue mi desesperada solicitud por ayuda que nubló su rostro un instante o el desconcierto de encontrar a una mujer sola a esa hora del día, como lo hizo notar al llegar a casa de las Allen.


Omitir la tensión que se produjo con nuestra llegada no fue difícil tras conocer el suceso particular e inexplicable de que el señor Scott es hermano de Mrs. Norris. Más allá de la sorpresa inicial que lleven distintos apellidos (asunto que zanjé con la cultura, al recordar la renuncia que hacen las mujeres al casarse), resulta extraño ver a dos personas tan disímiles tratarse con afecto.

No cabe duda que la imposición de la señora Allen alcanza también a su hermano. El pobre hombre, después de una mañana de incesables reclamos por no avisar de inmediato su regreso de Londres, se alejó todo lo presuroso que le fue permitido. 
Me gustaría considerar la opinión de la comunidad de Meryton para describir con su habitual vehemencia a Matthew Scott. Después de todo, para ellos, no debe existir una explicación coherente para que un hombre con fortuna se encuentre soltero.  

1 comentario:

J.P. Alexander dijo...

Uy extrañaba tu historia te mando un beso